Dr. Hans Backhoff, Antonio Badán,Víctor Torres Alegre y Leonardo Torres
Hugo D'Acosta, José Luis Durand y Christoph Gaertner
Enólogos en México
Por Dr. Salsa
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A contracorriente de la tendencia del vino a finales de los años ochenta, en dónde prevalecía una visión un tanto comercial con vinos aceptables y fáciles de entender, Monte Xanic con el Dr. Hans Backhoff a cargo de la enología, decidió aventurarse a crear vinos con la máxima calidad posible de acuerdo a las posibilidades de suelo y clima de su propiedad, sacrificando rendimientos y aspirando a un segmento de precios por arriba del promedio. Surgió el concepto de los vinos mexicanos Premium e inició la aparición de nuevos productores con renovadas técnicas enológicas, diferentes variedades y mezclas -algunas más exitosas que otras- en las que en ocasiones había más entusiasmo que calidad en el producto.
El Dr. Víctor Torres Alegre, agrónomo por la Escuela Nacional de Agricultura en Chapingo y con doctorado por la Universidad de Burdeos en enología y ampelografía, asesora a Château Camou y Barón Balch’é uniéndose a la tendencia de crear vinos con mayor complejidad aunque a mayor precio. El Dr. Torres se independiza y crea su propia bodega Vinícola Torres Alegre y Familia en dónde desarrolla con libertad su filosofía enológica, creando entre otras, la línea Cru Garage de vinos concentrados y de larga longevidad a través de técnicas como la del bastoneo y largas maceraciones prefermentativas.
Por otro lado llega en 1988 a Santo Tomás, Hugo D’Acosta egresado de la Universidad de Montpellier al Sur de Francia. Pronto se da cuenta de la necesidad de emprender su propia búsqueda enológica y funda Casa de Piedra sacando al mercado Vino de Piedra, caldo que atrajo la atención del público consumidor, también gracias a la habilidad de comunicación del enólogo y a su amplia visión que trascendería más allá de las fronteras mexicanas.
Momento clave para el vino mexicano fue la creación por parte de D’Acosta de “La Escuelita” como suele referirse en el Valle de Guadalupe a la Escuela de Oficios el Porvenir, que empezó a difundir la idea y conocimiento para que se transformaran los productores de uva en autores de sus propios vinos. Después de años de existir este foco de actividad enológica, nombres como Viñas Pijoan, Vena Cava, Vinos Shimul y JC Bravo hoy día se han consolidado con sus estilos propios en la gama de opciones del vino mexicano.
Más información: Pasado, presente y futuro del vino mexicano (Parte I)
En paralelo, llega de Chile el enólogo José Luis Durand para incorporarse a Domecq. Otro espíritu inquieto que poco después de su establecimiento en Baja California, emprende su búsqueda personal para interpretación al terruño mexicano bajo su propia visión. Funda Sinergi-VT (actualmente Durand Viticultura) y lanza al mercado Ícaro, vino que se une al selecto grupo de etiquetas que marcan una generación de enólogos que ven en la juventud de la industria nacional –en comparación con otras regiones vinícolas de tradición centenaria- la oportunidad para expresar su creatividad que años después se reconoce en sus propia línea de vinos y de proyectos de cuya producción se ha hecho cargo como Norte 32 y Vinícola Fraternidad.
El oceanógrafo Antonio Badán en el rancho del Mogor, se deja permear del entusiasmo de la región y produce otro vino emblemático el “Mogor-Badán” inspirado en las mezclas bordalesas. Por otro lado el enólogo de origen suizo Christoph Gaertner se une al empresario Guillermo Rodríguez y fundan Vinisterra cuyos vinos han tenido sendos reconocimientos. Paolo Paoloni de origen italiano crea Villa Montefiori en dónde las variedades como la sangiovese y angliánico han dado notables resultados.
En el estado de Coahuila, José Milmo toma el liderazgo que ha llevado a Casa Madero a posicionarse como una de las mejores bodegas del país, con una amplia gama de productos en escala ascendente hasta llegar a los vinos de gran calidad como su línea Casa Grande apoyándose en el trabajo de sus ingenieros agrónomos y de Francisco Rodríguez en la parte de la enología. También en Parras, la bodega Rivero González aprovecha las privilegiadas condiciones climáticas del valle y enriquece el panorama con sus vinos cuyas vides datan de finales de los años 90.
Artículo originalmente publicado en revista Soy Chef Núm. 56
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